martes, 28 de enero de 2014

Siempre nos quedará Mendoza

No olvides la cordillera
que embriagó la luna
para que mi alma se deslizara por
tu abismo,
no olvides mi desnudez
temblorosa y fugitiva en el
verano acorralado
por la sorpresa de mirarnos.

La montaña fue testigo
de la pasión desbordante
de tu sonrisa, cubierta de
soledades enternecidas por
tu encanto.

No olvides las noches
eternas, la oscuridad
de nuestro secreto encuentro
en las penumbras del hotel.
No olvides mis cabellos rosando
tu sonrisa y tu sonrisa rosando
mi placer,
el día cubierto de ansias y las
noches sin dormir,
la montaña y la luna
el silencio y el amanecer.

Y aunque ahora el
mar nos separe y la
tierra nos cierre las puertas
de este amor,
siempre nos quedará Mendoza.


Un recuerdo

Un fuego adolescente
me persigue, recordando
la ilusión de las
noches de los 17.

Un fuego abrumador de
la juventud perdida
ha vuelto a mirar mi
presente quebrado
en recuerdos asesinados
por la ausencia.

Y no dejé de amarte,
por más que los años
congelaran mi sonrisa,
por más que los años
hayan borrado tu mirada,
yo la sigo dibujando en mi memoria.

Naima

Había en sus
ojos un llanto acariciado
de cenizas,
unas manos quebradas
por las piedras de su pasado
oscuro.
Había en sus pasos
el temor ciego del regreso,
la nostalgia acorralada en
secretos de guerras y espadas.
Ella nació del temor
de un suspiro,
de un pedazo de cielo bombardeado.
Ella había escondido su
sonrisa detrás de sus manos.